23rd Sunday in Ordinary Time

Just a few weeks ago, Jesus, the prince of peace, informed us that he had come to set the world on fire. We were surprised, but we came to realize that He was talking about the fire of divine love. Today, He has gone a step further. In Luke 14:25-33, He said, “If anyone comes to me without hating his father and mother, wife and children, brothers and sisters, and even his own life, he cannot be my disciple. How can the same Jesus who said we must love God with all our heart, soul and mind and love our neighbor as He has loved us now ask us to hate our parents and our lives? Before some of us will get home and tell our parents we hate them, let us use the lives of two saints to explain what Jesus meant.

Francis was born into a privileged family; his father, Pietro, was a successful cloth and silk merchant. He expected his son, Francis, to continue in the family business and maintain the family’s wealth. Initially, Francis lived a life of luxury, enjoying fine clothes, parties, and the social life that his family’s fortune provided. However, after a series of formative experiences—including war, imprisonment, illness, and spiritual visions—Francis became increasingly disillusioned with wealth and the business career his father desired for him. Rather than continuing in business, Francis began giving away his possessions and the proceeds of his sales to the poor. Eventually, Francis publicly renounced his father’s wealth, gave away his fine clothes, and declared his intention to serve “the Master rather than the man”—choosing a life dedicated to faith rather than commerce. His father became angry and even brought Francis before the bishop, seeking restitution for money Francis had taken and given to the church. In a symbolic gesture, Francis returned all that he had to his father, including the clothes he wore, and took a vow of poverty.

Similarly, Clare was born into a wealthy noble family in Assisi, where her parents expected her to marry well and live a life of privilege. Her father tried to arrange a socially advantageous marriage for her as a teenager, reflecting the family’s hopes for her future. Inspired by St. Francis, Clare refused the marriage her family planned and left home secretly on Palm Sunday in 1212 to dedicate herself entirely to God.

At the chapel of the Porziuncula, she symbolically had her hair cut and exchanged her expensive gown for a simple robe and veil, marking a formal break from her privileged life.

I hope the lives of Sts Clare and Francis have shed light on what Jesus means when He says, “If anyone comes to me without hating his father and mother, wife and children, brothers and sisters, and even his own life, he cannot be my disciple.

What Jesus means by hate here is to love God more than any other person or thing. To place God above all other people, even our parents, is what Jesus expects of us. On this note, let me remind you what we have in Sirach 3.

 3 Whoever honors his father atones for sins,

 4 and whoever glorifies his mother is like one who lays up treasure. 5 Whoever honors his father will be gladdened by his own children, and when he prays he will be heard.

 6 Whoever glorifies his father will have a long life, and whoever obeys the Lord will refresh his mother; 7 he will serve his parents as his masters. 8 Honor your father by word and deed, that a blessing from him may come upon you. 9 For a father’s blessing strengthens the houses of the children, but a mother’s curse uproots their foundations.

 12 O son, help your father in his old age, and do not grieve him as long as he lives; 13 Even if he is lacking in understanding, show forbearance; in all your strength do not despise him. 14 For kindness to a father will not be forgotten, and against your sins it will be credited to you;

Hace apenas unas semanas, Jesús, el príncipe de la paz, nos informó que había venido a prender fuego al mundo. Nos sorprendimos, pero nos dimos cuenta de que estaba hablando del fuego del amor divino. Hoy, ha ido un paso más allá. En Lucas 14:25-23, dijo: “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas e incluso su propia vida, no puede ser mi discípulo”. ¿Cómo puede el mismo Jesús que dijo que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente y amar a nuestro prójimo como Él nos ha amado, ahora nos pide que odiemos a nuestros padres y nuestras vidas? Antes de que algunos de nosotros lleguemos a casa y les digamos a nuestros padres que los odiamos, usemos las vidas de dos santos para explicar lo que Jesús quiso decir:

Francisco nació en una familia privilegiada, su padre Pietro era un exitoso comerciante de telas y seda. Esperaba que su hijo Francisco continuara con el negocio familiar y mantuviera la riqueza de la familia. Inicialmente Francisco vivió una vida de lujo, disfrutando de ropa fina, fiestas y la vida social que le proporcionaba la fortuna familiar. Sin embargo, después de una serie de experiencias formativas que incluyeron la guerra, el encarcelamiento, la enfermedad y las visiones espirituales, Francisco se desilusionó cada vez más de la riqueza y la carrera empresarial que su padre deseaba para él. En lugar de continuar en los negocios, Francisco comenzó a regalar sus posesiones y las ganancias de sus ventas a los pobres.  Finalmente, Francisco renunció públicamente a la riqueza de su padre, regaló su ropa fina y declaró su intención de servir “al Maestro en lugar del hombre”, eligiendo una vida dedicada a la fe en lugar del comercio. Su padre se enojó e incluso llevó a Francisco ante el obispo, buscando la restitución del dinero que Francisco había tomado y dado a la Iglesia. En un gesto simbólico, Francisco devolvió todo lo que tenía a su padre , incluyendo  la ropa que vestía e hizo un voto de pobreza.

Del mismo modo, Clara nació en una familia noble y adinerada en Asís, donde sus padres esperaban que se casara bien y viviera una vida de privilegio. Su padre intentó concertar un matrimonio socialmente ventajoso para ella cuando era adolescente, lo que reflejaba las esperanzas de la familia para el futuro. Inspirada por San Francisco, Clara rechazó el matrimonio que su familia había planeado y abandonó su hogar en secreto el Domingo de Ramos de 1212 para dedicarse por completo a Dios. En la capilla de la Porciuncula, Clara se cortó el pelo simbólicamente y cambió su costosa túnica por una sencilla y un velo, lo que marcaba una ruptura formal con su vida privilegiada.

Espero que las vidas de Santa Clara y San Francisco hayan arrojado luz sobre lo que Jesús quiere decir cuando dice:” Si alguno viene a mi sin odiar, ni a su padre ni a su madre, ni a su mujer ni a sus hijos, ni a sus hermanos, ni a sus hermanas, ni siquiera su propia vida, puede ser mi discípulo”.

Lo que Jesús quiere decir con odiar aquí es amar a Dios más que a cualquier otra persona o cosa. Poner a Dios por encima de todas las demás personas, incluso de nuestros padres, es lo que Jesús espera de nosotros. En este sentido, quiero recordarles lo que tenemos en Eclesiástico 3:3. 3 Quien honra al padre expía pecados; 4 y acumula tesoros quien respeta a su madre. 5 Quien honra al padre tendrá el gozo de los hijos, y será escuchado en el día de su oración. 6 Quien respeta a su padre tendrá larga vida; quien obedece al Señor dará descanso a su madre; 7 y como a soberanos servirá a sus padres. 8 De obra y de palabra honra a tu padre, para que venga sobre ti su bendición. 9 Que la bendición del padre consolida las casas de los hijos; y la maldición de la madre arranca de raíz los cimientos. 12 Hijo, mira por tu padre en su ancianidad, y no le des pesares en su vida. 13 Aunque pierda el juicio, sé indulgente; y no lo abochornes, tú que estás en pleno vigor.

 14 Porque la misericordia con el padre no se echará en olvido, y te servirá para el perdón de tus pecados.